Deliciosas ostras

Ya en la Prehistoria se consumían con fervor estos moluscos tan apreciados por los sibaritas.

"El primer hombre que se atrevió a comer una ostra fue valiente”, tal y como dejó escrito el novelista satírico irlandés Jonathan Swift. Se desconoce cuándo fue la primera vez que un humano tuvo la peregrina idea de sumergirse en el mar para recoger una ostra, abrirla y comérsela. Primero tuvo que sentirse atraído por su concha retorcida, estriada y rugosa, que ya es difícil. Después, más difícil aún, lograr abrirla. Y, finalmente, al encontrarse con ese cuerpo entre carnoso y viscoso, de color pardo verdoso, decidir metérsela en la boca. Probablemente tenía mucha hambre. Pero lo que queda fuera de toda duda es que descubrió uno de los grandes manjares, apreciado desde hace milenios.

Y es que ya en la Prehistoria se consumía con furor este molusco bivalvo, como demuestra el hallazgo de amontonamientos de conchas pertenecientes a todas las culturas mesolíticas cercanas al mar. En la Antigüedad, a los griegos les gustaban asadas, fritas, con aceite o cocinadas con miel, perejil y menta. Los romanos, que las acompañaban de pan negro, las denominaban calliblepharis, que significa ‘párpados bellos’. En la Francia del siglo XVII se organizaban banquetes compuestos exclusivamente de ostras, y personajes históricos como María Antonieta o Voltaire las devoraban con pasión.

Actualmente se consumen de todas las maneras posibles, desde los ‘po boy’ o bocadillos de ostras rebozadas y fritas de Nueva Orleans, a las marinadas en salsa ponzu con nabo blanco daikon y algas típicas de Japón. Las ostras Rockefeller se cocinan al horno con una mezcla de queso, mantequilla, pan molido, espinacas y perejil, y este molusco también se consume cocinado a la brasa en su propia concha o incluso a la plancha. Pero la forma más apreciada de comerlas es al natural, recién sacadas del mar y solo aderezadas, quizás, con un chorrito de limón y un poco de pimienta o salsa picante. En Puerto Portals pueden degustarse, al natural, en los restaurantes Ritzi (acompañadas de una vinagreta de cebolla) y Baiben (aderezadas con una vinagreta mignonette con chalotas y vinagre de manzana). Al disfrutarlas en el entorno de Puerto Portals cobran máximo sentido las palabras del poeta francés Léon-Paul Fargue: “Adoro las ostras, uno tiene la impresión de besar el mar con la boca”.